miércoles, 3 de octubre de 2012

Cómo solucionar la pobreza I

Una humilde propuesta que tiene por objeto evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o para el país, y hacer que redunden en beneficio de la comunidad.
Escrita por Jonathan Swift (1667-1745).

Resulta un penoso espectáculo para quienes recorren esta gran ciudad (Dublín) o viajan por el país (Irlanda), ver las calles, los caminos y las chabolas abarrotadas de mendigas que, seguidas de tres, cuatro o seis hijos, todos desharrapados, importunan a los viajeros pidiendo una limosna. Estas madres, en vez de poder trabajar para procurarles su probo sustento, se ven obligadas a deambular todo el día mendigando el alimento de sus desamparados hijos, quienes, al crecer, bien se tornan ladrones por falta de trabajo, bien abandonan su querida patria para luchar (...), o para trabajar (...) como si fueran esclavos.
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Nuestros mercaderes me aseguran que un niño o una niña no son mercancía vendible antes de haber cumplido doce años, e incluso cuando alcanzan esta edad no reportan un beneficio por encima de las tres libras (...), lo que no resulta rentable ni para los padres ni para el reino, al ser el coste de alimentación y vestimenta al menos cuatro veces superior a ese valor.
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De manera que someto humildemente a la consideración pública que de los 120.000 niños ya contabilizados, 20.000 se reserven para la crianza, de los que sólo una cuarta parte habrán de ser varones, que es más de lo que concedemos a ovejas, vacas o puercos, y mi argumento es que estos niños son rara vez fruto del matrimonio (...). Así pues, un macho sería suficiente para atender a cuatro hembras y los restantes cien mil pueden al año de vida, ser vendidos a la gente de alcurno y fortuna de todo el reino, siempre aconsejando a la madre que les deje mamar copiosamente durante el último mes, para que se pongan rellenos y regordetes, aptos para la buena mesa.
Un niño serviría para dos platos en un convite, y cuando la familia almuerce sola, los cuartos delanteros o traseros harían un buen plato, y sazonados con un poco de pimienta y sal etarían muy buenos hervidos a los cuatro días, especialment en invierno.
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Reconozco que esta comida será algo cara, y por lo tanto muy apropiada para los terratenientes, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parece que tienen todo el derecho sobre los hijos.
La carne de niño será asequible todo el año, pero más abundante en marzo y también un poco antes y un poco después, y es que un importante autor y eminete médico francés nos dice que, como el pescado es un alimento de propiedades prolíficas, en los países católico-romanos nacen más niños transcurridos nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra época.

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Ya he calculado el coste de criar al hijo de un mendigo (y aquí incluyo a todos los labradores, jornaleros y a cuatro quintas partes de los granjeros) en unos dos chelines al año, harapos incluidos, y creo que ningún caballero tendría reparo alguno en pagar diez chelines por el cuerpo de un niño bien relleno, que como ya he dicho sservirá para cuatro platos de deliciosa y nutritiva carne y que podrá disfrutar en compañía de algún amigo concreto o con su propia familia a la hora de la cena. De esta forma, el terrateniente aprenderá a ser buen señor y se hará popular entre sus arrendatarios, la madre obtendrá ocho chelines de beneficios neto y estará lista para trabajar hasta que tenga otro niño.
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Algunas personas de naturaleza pusilánime están muy preocupadas por el abultado número de gente pobre que es anciana, está enferma o lisiada, lo que ha aliviado mi deseo de encontrar el camino a seguir para aliviar a la nación de una carga tan pesada.

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